Pasar al contenido principal

Vicuña Mackenna: cronista y actor de la Guerra del Pacífico

Solapas secundarias

Vicuña Mackenna y el botín de guerra: documentos inéditos de la Guerra del Pacífico

Documentos oficiales del gobierno peruano y cartas que le enviaron los soldados desde el frente de batalla, fueron las principales fuentes que utilizó Vicuña Mackenna para escribir sus cuatro volúmenes sobre la guerra del Pacífico, y los discursos senatoriales que efectuó en el hemiciclo.

Los militares le enviaban desde el norte informes, correspondencia privada extraída de domicilios, misivas de soldados muertos, cartas perdidas, telegramas y diarios de campaña. El propio Vicuña Mackenna escribió que la:
"(…) correspondencia (…) nos ofrece continuamente la solucion [sic] de acontecimientos i de misterios que ni la prensa diaria ni los dilijentes [sic] corresponsales que ésta mantiene en el teatro de las operaciones ha alcanzado en muchas ocasiones a comprender ni a descifrar" (1889:9).

Su interés por reunir este tipo de material tenía varios objetivos, entre ellos, destacar el desempeño del ejército chileno, ser el primero en narrar los episodios bélicos, recopilar documentos inéditos, y escribir una historia desde el presente.

La rapidez con que obtenía la información le permitió relatar el conflicto al calor de los hechos, o como él mismo escribió: "en los presentes tiempos en que todo es luz (…) la historia no necesita pedir plazos para ser imparcial i verdadera" (1889:10).

Este tipo de escritura fue posible gracias al desarrollo y modernización de las comunicaciones, a la conexión vial lograda por el ferrocarril, y a la aparición de una prensa cada vez más diligente en la cobertura de las noticias. En El Álbum de la gloria de Chile elogió a los telegrafistas que acompañaron la marcha del ejército chileno, e hizo otro tanto con el telégrafo, cuyos "alambres eléctricos se integraron al organismo del corazón del pueblo chileno" (Vicuña, 2009:83).

El uso de documentación inédita fue una práctica utilizada anteriormente por el historiador. Durante su exilio, buena parte de su tiempo y dinero los utilizó para recopilar textos y contratar cinco copistas para que transcribieran volúmenes enteros del Archivo de Indias, y los archivos personales de importantes gestores de la independencia, como José Miguel Carrera, José de San Martín y Bernardo O'Higgins.

Este afán recopilador relacionado con su faceta de coleccionista compulsivo tendría como propósito "ofrecer a sus lectores varios de los antecedentes que dejaban al descubierto la naturaleza bárbara de los peruanos", en contraposición con la "moralidad y civilización" que encarnaba nuestro país (McEvoy, 2009:140-141).

La historiadora Carmen McEvoy agrega que su interés por los relatos de primera fuente habría sido un gesto de apropiación cultural que buscaba reforzar la identidad de Chile, justificar la invasión militar a ambos países, e incautar parte de sus archivos históricos (McEvoy y Rénique, Tomo I, 2010).

 

Informantes al servicio de la historia

El apremio de Vicuña Mackenna por redactar una historia de la guerra en tiempo real, lo llevó a publicar voluminosas obras pocas semanas después de acabada cada campaña. Contrastaba cada información del bando chileno con la del enemigo, con el fin de informar "certera y objetivamente" lo que estaba ocurriendo, pues aseveraba que sólo de esta forma podía "brillar la luz de la verdad histórica" (1881:7).

Para describir pormenorizadamente las alternativas del enfrentamiento, se valió de una compleja y ubicua red de informantes en la que participaron desde soldados rasos hasta generales. Incluso, llegó a publicar con anticipación en El Nuevo Ferrocarril las noticias que el propio gobierno daba a conocer a los periódicos y medios oficialistas.

Las cartas de denuncia y los diarios de campaña que recibió a título personal, le permitieron cuestionar públicamente el comportamiento del alto mando militar y criticar la forma en que la guerra se llevaba a cabo.

Según su biógrafo Ricardo Donoso, desde los primeros días se convirtió en el confidente del Ejército, y "en el intermediario de sus anhelos", pues a él acudieron jefes, oficiales y soldados "en busca de consuelo, en grado de queja o en demanda de juicio para sus acciones" (1925:413).

Entre los cuatro mil documentos inéditos que tuvo a su disposición, cabe destacar el libro del telegrafista peruano que registró el Combate Naval de Iquique, la correspondencia entre ministros y otros funcionarios peruanos sobre la compra de armamento, y los papeles oficiales del gobierno dictatorial del Perú, desde 1879 a 1881.

La recopilación de este material fue realizada por Narciso Castañeda, capitán del Regimiento Victoria, quien anteriormente había asistido a Vicuña Mackenna en calidad de secretario. Entre sus acciones se cuenta el envío de un diario de guerra perteneciente al boliviano Pablo Pacheco, y el robo de innumerables documentos y epistolarios desde el escritorio del antiguo secretario de guerra del Perú, acto que el soldado calificó como "honroso (…) y útil para para la historia" (McEvoy, 2009:146).

Parte importante de las cartas escritas y enviadas a Vicuña Mackenna se conservan hoy en el Archivo Nacional. Algunas de ellas contienen solicitudes expresas de "silenciar" la identidad de los informantes para evitar las represalias de los superiores criticados y no arruinar sus propias carreras militares (Vicuña Urrutia, 2009:79).

En 2007, el Estado chileno devolvió a la Biblioteca de Lima libros y documentos sustraídos por las tropas chilenas durante la ocupación de la ciudad. Entre ellos se encontraban archivos notariales alojados en la Biblioteca Nacional y en la Biblioteca Santiago Severín de Valparaíso.