Retrato de Benjamín Vicuña Mackenna
Esta pintura al óleo del pintor William Henry Waltom, retrata a Benjamín Vicuña Mackenna en sus últimos días.
Es una obra inscrita en formato rectangular, compuesta con base en figura masculina de busto, viste levita oscura y lleva bigotes blancos. Mira hacia su izquierda. Está enmarcada en dorado y lleva la firma del autor y fecha, en el anverso, con letras rojas.
Según la Iconografía de Benjamín Vicuña Mackenna, escrita por su nieto Eugenio Orrego, este es un "Retrato contemporáneo, firmado por W. H. Walton (Valparaíso 1886), lo representa en sus últimos días. De busto, con su clásica levita oscura abotonada. El rostro se muestra minado por la fatiga de su obra inmensa; el cutis está tersa aún, pero las mejillas se ven enflaquecidas y hay en los ojos como un velo hondo de tristeza; el pelo blanco es ya muy escaso y los bigotes largos descienden en finas hebras albas; en la mejilla derecha, hacia el término de la nariz, adviértese un pequeño lunar. De este cuadro, que tuvo innumerables reproducciones populares en la época de su muerte, existen varias copias oleográficas."
William Henry Walton fue un pintor y fotógrafo inglés que se radicó en Valparaíso en 1880. Fue cercano al estilo costumbrista, sin embargo, no recibió un gran reconocimiento entre el círculo artístico de su tiempo, quienes lo consideraron como un artista insustancial.
Hernán Rodríguez Villegas, en su libro "Historia de la fotografía. Fotógrafos en Chile durante el siglo XIX", señala: "Formado académicamente en Inglaterra, donde nación, el pintor Walton expuso numerosos retratos en la Exposición Nacional de 1884en Santiago, lo que le valió gran éxito, especialmente en Valparaíso y fue un prestigiado retratista. Fotografiaba a sus clientes y usaba esa imagen como modelo para sus pinturas, por lo que fue blanco de las críticas de Juan Francisco González, quien consideró que la obra de Walton era la negación del arte y la creación, sólo copias".
El lunes 25 de enero de 1886 Benjamín Vicuña Mackenna amaneció alegre y sereno después de un sueño dulce y reparador. Después del almuerzo y de la larga y grata sobremesa, cada uno de los miembros de la familia que por entonces habitaban la casa de Santa Rosa de Colmo, volvieron a sus labores habituales. Victoria contemplaba el paisaje, mientras que Blanca miraba a su padre. Éste hojeaba manuscritos, un poco pálido. "Vicuña Mackenna agitó la cabeza, agitó los manuscritos y su cuerpo se deslizó sobre una piel negra y la cabeza sobre el regazo de la compañera angustiada… Y vino, cuando era ya de noche, liberada la última batalla, la hora del gran silencio…"