Santiago, la "ciudad doble" de Benjamín Vicuña Mackenna
El centro de Santiago en 1870 era un conjunto de no más de 30 manzanas donde vivía la aristocracia que dirigía los destinos económicos, políticos y culturales del país. Las familias vivían al estilo de las burguesías de Francia, Inglaterra y Estados Unidos, consagrando así un modo de vivir europeo, distinguido y exclusivo.
Fuera de la "ciudad decente", en palabras de Benjamín Vicuña Mackenna, estaban los arrabales, poblados de ranchos, chicherías y chinganas, conocidos hoy como lugares de fiestas populares, donde se congregaba la mayoría de los habitantes en medio de la miseria, la insalubridad y el hacinamiento.
Santiago era una ciudad social y moralmente fracturada, dividida.
En palabras de Vicuña Mackenna, "Santiago era una ciudad doble", con un distrito pacífico y laborioso y otro brutal y desmoralizado, este último integrado por millares de hombres, mujeres, niños y niñas que andaban desnudos como bestias y sucios por las calles:
" ... situado al barlovento de de la ciudad, sea solo una inmensa cloaca de infeccion i de vicio, de crímen i de peste, un verdadero 'potrero de la muerte', como se le ha llamado con propiedad"
(Vicuña Mackenna: 1872, pp. 24-25) *Cita textual
Esta realidad planteaba problemas que el intendente, en su espíritu liberal, consideraba urgente enfrentar promoviendo la 'regeneración' del pueblo y procurando el progreso de las masas populares a través de la eliminación de la miseria, el alcoholismo y la degradación moral.
Vicuña Mackenna dedicó importantes esfuerzos a implementar medidas que permitieran ordenar el 'desorden', en la convicción de que si una de las dos ciudades buscaba entrar en la otra debía ser la civilizada: la ciudad moderna era la que debía prevalecer por sobre la barbarie.
Así, por ejemplo, trasformó los barrios del sur de la ciudad, derribando los rancheríos que estaban entre las calles de San Pablo y Mapocho, hasta los límites de la ciudad por el poniente.